4 jul 2020

Mi primer embarazo y parto




¡Muy buenas!, hoy traigo un post muy personal.


Me apetecía compartir mi experiencia en el intenso y maravilloso viaje a través de la maternidad, aunque se trate sólo de los primeros esbozos. Y procuraré ser breve, porque con cada detalle podría llenar páginas. pero no prometo nada...




Mi princesa, Marna, acaba de cumplir su primer añito, pero aún tengo muy fresco el recuerdo de todo el proceso desde que supe de su existencia.

Como comenté en el post anterior (el primero de mi vuelta al blog tras una larga pausa), me informé todo lo que pude sobre el tema durante el embarazo (artículos, libros, vídeos...), y ahora soy yo quien deja constancia de su propia experiencia, porque desde luego ser madre ha sido (y es) una de las vivencias más increíbles que alguien puede experimentar.

Desde el momento en que sabes que estás embarazada, sobre todo como madre primeriza, te inunda un torbellino de sentimientos, entre los que se encuentran, además de ilusión y felicidad, las irremediables y lógicas dudas, incertidumbre y temores por tantas cosas que podrían no salir como se espera (aunque eso no tiene por qué ocurrir, y es mejor partir con esa premisa).

A pesar de que un embarazo supone muchos cambios a todos los niveles, con tediosas aunque necesarias pruebas y analíticas, yo lo viví con bastante tranquilidad, dentro de las circunstancias, sin grandes sobresaltos, miedos excesivos ni nervios, ni siquiera en el momento del parto, que suele ser el más temido. Al contrario, mucha ilusión por conocer a esa personita que has estado gestando, naturalidad y aceptación por lo que pueda pasar. 
Di a luz en Son Espases, el hospital público de Palma, y en todo momento estuve tranquila y confiada por el equipo de profesionales que me atendió (pasara lo que pasara, me sentía en buenas manos). Sé que no todas las mujeres tienen la suerte de vivir un embarazo más o menos tranquilo y un parto sin complicaciones, por lo que me considero una afortunada.


El primer trimestre de mi embarazo fue quizá el más delicado, tuve pérdidas durante casi el primer mes y medio, y a pesar de acudir un par de veces a urgencias temiendo lo peor, al parecer es relativamente normal sufrir esas pérdidas de sangre al principio. No llegué a saber por qué sucedían, pero al menos no afectaron al embarazo en absoluto. También conocí las temidas náuseas, aunque por suerte no duraron demasiado. Y por lo demás, no experimenté ningún cambio en temas de olfato, gusto, ni ese tipo de rarezas que las hormonas provocan en muchas embarazadas (ni siquiera sentí los conocidos antojos). 




El segundo trimestre fue el más relajado, aunque me dio un bajón importante de hierro y vitamina D, que se compensó con vitaminas. En esta etapa, el embarazo ya está prácticamente consolidado, la barriga empieza a cobrar protagonismo y desaparecen las molestias de los primeros meses. Me coincidió con una mudanza, y fue el momento perfecto.




El tercer trimestre también transcurrió con bastante normalidad. Para mi, lo más molesto eran las analíticas, en especial la de la curva del azúcar (O´Sullivan), pero por suerte no tuve diabetes gestacional, por lo que una preocupación menos. 

La matrona me advirtió que al llegar a la semana 36/37 es recomendable tener lista la maleta del hospital porque el bebé ya está "madurito" y podría asomar en cualquier momento. Yo ya tenía la maleta bien preparada, suelo ser previsora, y casi se cumplió la advertencia.




Ya entrada la semana 38 (estando ya de baja en el trabajo), me llamó mi doctora con motivo de la última analítica. Me habían salido unos niveles algo altos en las transaminasas del hígado y el ácido biliar (al parecer, sufría de la llamada colestasis del embarazo, algo también relativamente común). Sólo me recomendó que me acercara a urgencias para comprobar cómo estaba todo, ya que con el paso de los días, esos niveles podían aumentar y llegar a ser peligrosos.
Esa misma mañana, cogí las 2 bolsas para el hospital que había preparado (por si acaso...) y fui a que me revisaran, y ahí empezó "el principio del fin".

Al final del embarazo, a nivel físico, apenas había ganado 7 kilos (por suerte, "todo era barriga"), y no tuve ni una estría (eso sí, usé Trofolastín, una crema específica que me regaló una amiga con muy buen criterio).

Mi parto fue inducido aunque no programado. Después de que me exploraran, los médicos decidieron que lo más recomendable era inducirme el parto para evitar que esos niveles alterados en la analítica se desbordaran, por lo que allí me quedé. Fue una sorpresa hasta cierto punto, estaba preparada para lo que pudiera pasar. En estos casos, lo mejor es tener la "mente abierta" y dejar que todo fluya.
Menos mal que había llevado todo lo que necesitaba (al menos, eso te da tranquilidad). Me dieron una medicación para ir poniendo en marcha la maquinaria y estuve un rato con las famosas correas para controlar los latidos de ambas. No tardé mucho en empezar a notar contracciones (gracias a la medicación), y así pasé el día hasta que llegó la noche, con contracciones cada vez más intensas y dolorosas aunque no regulares.

Al llegar la noche y acabar la medicación, hubo un momento en el que el cuerpo parecía haberse parado (sin contracciones durante casi una hora), pero por suerte, la maquinaria se reinició de forma natural y el resto de la noche, ya sin medicación alguna, las contracciones fueron retomando cada vez más protagonismo. Me hicieron un tacto y había dilatado apenas centímentro y medio en todas las horas que llevaba allí. Debo decir que los tactos me daban bastante reparo, porque he oído que algunos pueden ser muy molestos y dolorosos, pero no tuve problema con ninguno de los que me hicieron, por suerte.
Me sugirieron que podía pedir algún tipo de calmante para aliviar algo el dolor, y lo llegué a pedir ya entrada la noche, pero no recuerdo que me sirviera de nada (la intención era buena..).
El dolor también hay que aceptarlo porque forma parte del proceso, y se soporta "in crescendo" hasta que cada cual tiene su umbral de resistencia, tratando de estar en calma a pesar de todo y controlar mínimamente la respiración. 
Pasé la noche como pude, por supuesto sin pegar ojo. Cedí la cama "al padre de la criatura", que me acompañaba en todo momento, porque sólo podía soportar estar sentada (y "de aquella manera") en la butaca del acompañante. 
Llegó el momento del siguiente tacto, ya había amanecido, y antes de las 7 de la mañana, ya estaba de 3cm; para mi aún no era mucho, pero sí suficiente para llevarme al paritorio.

En todo momento me ofrecieron bebidas (agua, zumos y Aquarius) y acepté en todas las ocasiones porque estaba sequita por tantas horas de "dolor de ida y venida".  
Me inyectaron oxitocina (habitual en los partos inducidos para acelerar el proceso) y me pusieron una vía por prevención. También me rompieron la bolsa manualmente (por si alguien lo duda, no se siente ningún dolor ni molestia). A partir de ahí, se intensificaron las contracciones en cuanto a frecuencia y a picos de dolor (estaba de nuevo todo monitorizado con correas). 
Y cuando vi que aquello se disparaba, pedí la (bendita) epidural. El anestesista estaba atendiendo una urgencia, por lo que la espera se me hizo eterna, pero llegó, y con él, un tremendo alivio. Tuve la suerte de que me puso la anestesia a la perfección (ni me enteré), y por lo visto se me repartió muy bien, porque dejé de notar el tremendo dolor de las contracciones durante el tiempo justo y necesario, y lo mejor es que seguía teniendo sensibilidad, notaba todo y tenía fuerza en las piernas (muy necesario para mantenerte activa durante la expulsión, todo un lujo).

No tuve esa sensación de "necesito empujar" de la que te hablan en las clases preparto, así que cuando la matrona y sus asistentes vieron el nivel de las contracciones y valoraron mi estado, me animaron a intentarlo. Y así empezó un proceso delicado y maravilloso de expulsión que duró casi hora y media. El equipo que me asistió, compuesto por varias mujeres, fue increíble en todo momento por su paciencia, positividad y buen hacer. 

Marna nació perfecta y tranquila, a su ritmo, sin más ayuda que una labor de parto respetada, natural, sin puntos ni traumas. Me la pusieron encima para hacer el tan gratificante y beneficioso "piel con piel", papá cortó el cordón umbilical (después de dejarlo unido un tiempo prudencial) y se hizo la magia.
Mientras la anestesia seguía haciendo efecto, se produjo el alumbramiento (expulsión de la placenta), y después de dejarnos un par de horas de reposo con nuestro pequeño milagro, me subieron a la habitación.

Y el 28 de junio de 2019 a las 15h llegó ella...

El resto no tiene misterio. Dos días de ingreso para comprobar que madre e hija están preparadas para irse a casa y listos. Entre y entre, algún que otro tacto, inyección de vitaminas y primeras analíticas de la peque... ¡y una vida por estrenar!


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Mi postparto o puerperio fue bastante liviano ya que no tenía cicatrices, cirugías o puntos, a pesar del cansancio y de los "estragos" que un embarazo ocasiona en tu cuerpo, aunque sea de forma temporal (puedes llegar a mirarte al espejo y apenas reconocerte, pero con un poco de esfuerzo y paciencia, todo vuelve a su sitio, ¡o casi!).

Lo que sí debo destacar es el tema de la lactancia en el que no entraré porque merecería un capítulo aparte. Probablemente fue lo más duro, porque no siempre es tan fácil como puede parecer. Cierto es que tuve un embarazo tranquilo y un parto muy "limpio", pero la lactancia se hizo muy cuesta arriba. Aún así, a pesar de las dificultades, mi pequeña tomó lactancia mixta (leche materna y de fórmula) hasta los 6 meses. Quería al menos intentarlo e hice lo posible, incluso consulté a dos asesoras de lactancia. El biberón y el sacaleches fueron mis aliados, y a día de hoy, volveré a intentarlo con el segundo bebé, añadiendo la experiencia del primero.


Marna con 1 día de vida


Como muchos sabéis, estoy de nuevo embarazada, así que probablemente repita este post con la segunda experiencia, ¡que ya dicen que no hay dos iguales!

Espero que os haya gustado o entretenido. Sobre todo, para que aquellas madres primerizas que me pudieran leer, no tengan temor alguno. Todo llega y todo pasa, y si en el camino hay algún escollo, el resultado final es siempre maravilloso y todo vale la pena (de hecho, yo misma repito experiencia después de haber pasado la primera hace apenas un año), palabra de "madre novel".








2 comentarios:

  1. ¡Hola preciosa!
    Que maravilloso embarazo, por mi parte estuve los 8 meses con náuseas y gases, e incluso dos semanas antes de parir me dieron acidez. Pero mi parto fue maravilloso. Me lo indujeron, me rompieron la bolsa y comencé con las contracciones, dilate muy rápido y a las 3 horas de comenzar todo ya tenía ganas de pujar... tampoco me pusieron puntos ni nah. Fue un parto para repetir. Y lo de la lactancia... si que es otro mundo.
    Será un gusto leerte.
    Un besote.

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    1. ¡Bombón! Gracias por comentar. Qué buen parto tuviste, jeje. Yo tuve acidez casi todo el último trimestre, pero algunos detalles los he omitido para que no se hiciera interminable. Pues sí, con partos así, dan ganas de repetir ;)

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